Debía encontrar la forma de pasar un día más sin la sensación de
catástrofe que para él era su vida, la tranquilidad de una buscada tregua. Esa
noche no dejó de llover sobre la ciudad, pensó que el sonido continuo de las
gotas de lluvia golpeando su ventana podía traer algo de calma a su ansiedad,
era como si se suspendiera indefinidamente ese estado de pánico que arrastraba
en aquellos momentos. La luz que entraba por la ventana iluminaba un cuarto
oscuro, sus dedos buscaban una fotografía entre las páginas gastadas de los
libros que ya no abría. Ansiaba tomar contacto con el niño que un día fue,
abriendo los ojos a un mundo libre del peso de los años y sus taras.
No disponía de mucha luz en el
interior de la habitación pero le bastaba para reconocer en la fotografía su
cara sonriente junto a su madre, que lo tenía en brazos mientras besaba sus
manos, aquellas que ahora temblaban frente a un mundo que dejaba de tener
sentido para convertirse en un enigma. Después de una vida no había conseguido
descifrar las claves que con los años conseguían atesorarse, para traer el
sentido necesario para subir los peldaños que tarde o temprano se nos presentan.
Se sobresaltó al quedar la habitación en una
oscuridad completa y cerrada, fue como un presentimiento de algo fatal que no
tardaría en caer sobre él, justo lo que de algún modo estaba intentando negar
pero que se imponía a medida que se adentraba la noche.
A lo largo de aquella noche las
pesadillas fueron pasando por su cabeza, sin dejar espacio para una brizna de
aire que arrojase algo de esperanza en su alma, solo los primeros rayos del
alba concedieron una minúscula tregua a un alma ya herida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario